Jhoselyn Camargo, la atleta de los pies descalzos que marcaron nueve récords nacionales
La paceña estudia Psicología y busca especializarse en salud mental para los deportistas. Trabaja desde los 16 años para sustentarse y ayudar en casa.
Cuando Jhoselyn Camargo estaba a punto de entrar a competir en la prueba de 3.000 metros con obstáculos en los Juegos Suramericanos que se hicieron en Cochabamba, en 2018, otro competidor boliviano la miró y le preguntó: “¿Tú vas a representar a Bolivia así?, ¿con ese uniforme?”. Ella no dijo nada. Antes de entrar a la pista se secó unas cuantas lágrimas que circundaron sus mejillas morenas. Le siguió el silencio previo al disparo y luego el éxtasis de la victoria. Logró la medalla de bronce.
Jhoselyn Yessica Camargo Aliaga (La Paz, 1996) comenzó corriendo descalza, mientras jugaba fútbol, pese al frío paceño. Se sentía más cómoda así, sintiendo la tierra en las plantas de sus pies, quizá como una suerte de conexión energética.
“Tampoco conocía las zapatillas para competir, porque hay una para cada especialidad. En esos tiempos desconocía, pero yo me sentía muy cómoda así”, recuerda la mujer más destacada en atletismo de Bolivia.
Poseedora de nueve récords nacionales en diferentes pruebas atléticas, el éxito no siempre estuvo de su lado. Trabaja desde los 16 años. No le tiene miedo a nada. Ha recolectado botellas plásticas, fue niñera, vendía en tiendas o ayudaba a su mamá. Todo lo que le permita sustentarse económicamente, seguir sus estudios y, sobre todo, poder entrenar.
CON LOS PIES EN LA TIERRA
Mientras jugaba fútbol en el colegio, su profesor de Educación Física la animó a concursar en los Juegos Deportivos Estudiantiles Plurinacionales, pero en otro deporte, el atletismo. Ahí logró sus primeras medallas y empezó su camino hacia la profesionalización.
Pasó por todas las categorías, desde las juveniles hasta la de mayores, en la que compite ahora.
Cuando empezó a correr a nivel profesional dejó de lado el contacto con la tierra, no por elección precisamente, sino porque era requisito para competir.
El costo que implica adquirir un par de zapatos adecuados para hacer atletismo es un problema que enfrenta la mayoría de los deportistas en el país. Para Jhoselyn, el dinero era su principal barrera. “Para nosotros es muy complicado conseguir zapatillas que tengan tecnología avanzada o ayuden a mejorar la técnica. Es un mucho dinero con el que no contamos”, dice.
El mercado 16 de Julio, uno de los más grandes y abastecidos de La Paz, era su centro comercial. Allí llegaba con sus compañeras en busca de tenis a medio uso que cumplan, en cierta medida, lo que necesitan.
Con el dinero que obtuvo en sus competencias pudo comprarse sus primeras zapatillas, a medio uso, aunque eso no significó precisamente una alegría. “Para mí fue un cambio. Fue un poco complicado acostumbrarme a las zapa-tillas. Posteriormente, ya fui conociendo Adidas, Nike, pero a semi uso. Es a lo único a lo que podemos llegar por ahora”, afirma.
Desde que empezó a competir profesionalmente en los Juegos Suramericanos, acumula un largo historial de carreras. Sus tenis usados han pisado pistas en Argentina, Uruguay, Ecuador, Estados Unidos y Serbia, entre otros países, y le permitieron romper marcas.
Tiene nueve récords nacionales, algo que no todos los atletas pueden presumir. Es la mejor de Bolivia en competencias de 5 kilómetros, 10 kiló-metros, 15 kilómetros, 21 kilómetros, 5 mil metros planos, 10 mil metros planos, 2 mil metros con obstáculos, 3 mil metros planos en pista cubierta y kilometro vertical.
Su nombre está plasmado junto a otras leyendas del atletismo nacional. Hace poco, mientras corría en Belgrado, Serbia, superó la hazaña de Niusha Mancilla, quien sustentó la mejor marca en 3 mil metros planos en pista cubierta durante dos décadas.
“Para mí, vale todo el sacrificio. Seguimos con el sueño y la meta de llegar a los Juegos Olímpicos París 2024. Estas competencias, estos récords, me están ayudando a ser mejor persona, mejor atleta”, sostiene la paceña que se quedó a segundos de competir en Tokio 2020.
ATLETA MULTIFUNCIONES
Jhoselyn vive sola. Debido a la distancia que tenía que recorrer desde la casa de su mamá hasta su lugar de entrenamiento decidió mudarse a El Alto. Tuvo que redoblar sus esfuerzos para sostenerse y seguir ayudando en casa, como lo hace desde que era adolescente.
Para ella, el trabajo es algo fundamental para poder competir, colaborar a su mamá y seguir con sus estudios. Es parte de su vida. “Me tocó madurar a muy temprana edad. Fue muy complicado para mí, pero me ha hecho una persona más fuerte” asegura.
Pese a no recibir apoyo del Gobierno, ni tener muchos auspiciadores, siempre encontró la manera de reunir dinero para salir al exterior a competir. Jhoselyn destaca el apoyo de su equipo, que hacía colectas de fondos para costear sus viajes.
Por su lado, el trabajo nunca ha sido un problema para ella. Comenzó recolectando botellas plásticas, luego vendió en tiendas, o en el puesto que tenía su mamá afuera de una escuela, fue niñera y otras labores que le permitan generar ingresos. Actualmente trabaja en la parte de administrativa de una tienda de abarrotes y tiene el apoyo de los propietarios para seguir su carrera deportiva.
LA SALUD MENTAL TAMBIÉN IMPORTA
Ser la mejor, cruzar metas y romper récords son victorías que llegan cargadas de mucha presión. Hace poco, y a raíz de los Juegos Olímpicos de Tokio, se puso en la agenda mediática la importancia de la salud mental de los deportistas.
En Bolivia, aún no se toma en cuenta este tema dentro de las políticas públicas del Estado, y menos si está relacionado al deporte.
Pero sí importa y sí merece atención.
Jhoselyn considera que este aspecto debe empezar a mejorar y debe nacer de quienes lo conocen de cerca, como ella. Por eso, luego de terminar su carrera de Contabilidad a nivel técnico superior, empezó la licenciatura en Psicología; ya está en tercer semestre.
“En nuestro país, muchos deportistas no cuentan con lo que muchos países tienen: un psicólogo. Quiero terminar mi carrera y buscar una especialidad en psicología deportiva y poder ser un apoyo, como el que yo no recibí, apoyar a los niños que pronto van a representar a nuestro país”, indica.
Recuerda con detenimiento la vez que más presión sintió en sus años de competencia. Era 2018 y Bolivia era anfitrión de los Juegos Suramericanos. Ella no tenía pista para entrenar en el estadio Hernando Siles. Utilizaba solo ligas y no contaba con las zapatillas adecuadas. Pasaba por una crisis económica muy fuerte. “A veces, no tenía ni para los pasajes. Me daba vergüenza decirle a mi entrenador que no tenía para ir a entrenar”, dice.
Su entrenador, César Condarco, la impulsó a seguir y presentarse en la competencia, pese a recibir malos comentarios poque no tenía las zapatillas spike con clavos, idóneas para correr.
Ese día compitió con unos tenis normales, rechazó la oferta de Condarco de darle unos zapatos adecuados y decidió correr con lo que tenía. Limpió sus lagrimas por el mal rato vivido y corrió entregada a la libertad como siempre. Logró una medalla.
“Eso forjó mi personalidad y me enseñó a ser más fuerte, a no dejar que nada ni nadie intervenga en mi carrera deportiva (…) Aún sigue existiendo discriminación por el color de piel o por la ropa que vistes o las zapatillas que utilizas”, comenta.
VALE LA PENA
Hacer una carrera deportiva en Bolivia, que no sea como futbolista, es un trabajo casi siempre solitario y marcado por el olvido estatal.
Pero, para atletas como Jhoselyn, que han conseguido todo el reconocimiento por mérito propio, las recompensas van más allá de quedar en los primeros lugares del podio. “Ha valido la pena para mí y para las personas que siempre estuvieron a mi alrededor apoyándome. Tal vez para algunos sea superficial, vean solo la medalla, pero no saben todo el esfuerzo que está puesto detrás del resultado. Es un triunfo personal”.
La joven se crio en un hogar de mujeres. Su madre, Paola, y su hermana, Anel, son su familia. Viendo a su mamá aprendió a valorar el trabajo y el esfuerzo, a veces doble, que se debe poner para conseguir lo que uno desea.
En sus primeros viajes, cuando aún no era muy conocida, el apoyo de su mamá y el esfuerzo de “apretarse” en los gastos diarios para conseguir dinero le dieron la oportunidad de lograr sus primeras victorias. “Yo decía, si ella está haciendo el sacrificio, tiene que valer la pena todos mis entrenamientos”.
Y junto a su familia está la figura de su entrenador, con quien empezó a practicar cuando ambos buscaban demostrar su talento.
Ahora ella también es maestra. Da clases de atletismo a niños, mientras sigue entrenando con miras a París 2024, estudia Psicología y trabaja.
De vez en cuando, luego de terminar su práctica, le pide a su entrenador un momento de libertad: se quita los zapatos, siente la tierra en su piel y corre. “Nunca olvido con lo que empecé”.